Al contemplar las maravillas obradas por la intercesión de la Virgen Peregrina de Schoenstatt en tantos países alcanzados por esta labor apostólica, no podemos dejar de elevar a Dios nuestro himno de gratitud por la vida y la obra del venerable diácono João Luiz Pozzobon. Han pasado ya 75 años desde que comenzó su camino, durante el cual ha recorrido miles de kilómetros y visitado millones de familias en todo el mundo. Lo que hace que la labor de este diácono sea tan importante para la Iglesia y el mundo es que refleja la unión entre la fe profesada y la fe vivida. La fe y la oración se plasman en la caridad.


La Vila Nobre da Caridade fue fundada por João Luiz Pozzobon el 1 de mayo de 1954, llegando a tener 14 casas. Su objetivo era dar alojamiento gratuito y temporal a los pobres, para que pudieran establecerse económicamente. Entre sus objetivos, también buscaba legalizar a las familias en el aspecto civil (emisión de documentos) y religioso (sacramentos); dar formación escolar a los niños; enseñar a los residentes a tener un oficio y a trabajar y vivir el espíritu de familia.
La caridad que transforma la realidad
Una forma que encontró el diácono para ejercer la caridad es la construcción y el mantenimiento de varios centros de acogida y atención integral a la persona, siendo la «Vila Nobre da Caridade» (Villa Noble de la Caridad) el principal lugar de atención a los pobres.
En una visita a la Vila Nobre da Caridade, Santa Maria/RS, Brasil, guiada por el propio João Pozzobon, pude identificar cómo cada aspecto de este proyecto fue cuidadosamente implementado teniendo en cuenta la dignidad del ser humano. La caridad es fruto y expresión concreta del Evangelio, tal como enseña la Santa Iglesia. Junto a cada una de las capillas que construyó en las afueras de Santa María, edificó de manera ejemplar, en lo pequeño, lo que debe promoverse a gran escala en la Iglesia y en una sociedad que lleva en su seno los valores cristianos.


Sin dinero ni recursos, la primera capilla se construyó con paja en 1952. Dos años más tarde, en 1954, una pequeña escuela comenzó a funcionar en esa capilla para los niños. Más tarde, en 1964, el lugar fue reformado y se convirtió en la «Capilla Azul».
La acción caritativa del diácono João Pozzobon se basa en los principios de fe y solidaridad contenidos en el compendio de la Doctrina Social de la Iglesia¹. No se trata solo de ofrecer un plato de sopa en fechas cristianas especiales. Sin menospreciar esta práctica, ya que el hambre no espera, para João Pozzobon, la mirada se lanzaba más allá y contemplaba las diversas dimensiones y necesidades humanas. Entre otras cosas, incluía: el despertar de la fuerza interior para volver a empezar y recuperar la esperanza perdida, el restablecimiento de los lazos familiares y sociales en condiciones sociales inhumanas, la educación y el apoyo como ser humano y, en consecuencia, la reinserción en el mundo laboral. Esta forma de caridad brota verdaderamente del Evangelio. El Papa Francisco (2013-2025) enseña:
«Nuestra respuesta de amor tampoco debería entenderse como una mera suma de pequeños gestos personales dirigidos a algunos individuos necesitados, lo cual podría constituir una «caridad a la carta», una serie de acciones tendentes sólo a tranquilizar la propia conciencia. La propuesta es el Reino de Dios (cf. Lc 4,43); se trata de amar a Dios que reina en el mundo. En la medida en que Él logre reinar entre nosotros, la vida social será ámbito de fraternidad, de justicia, de paz, de dignidad para todos»²
Construyó viviendas, escuelas y capillas: refugio, educación y fe
Para que su obra pudiera ser un lugar de fe y oración (capilla), un lugar de educación (escuela) y un lugar de vivienda digna (conjunto de viviendas populares), João Pozzobon no escatimó esfuerzos junto a la comunidad y las autoridades locales, con el fin de convencer a las personas y reunir los materiales necesarios para construir y mantener su obra de caridad. Él mismo se identificaba con aquella persona del Evangelio que conseguía las cosas por su insistencia (cf. Lc 11). Lo más importante, el repetido «llamar a la puerta», le garantizaba todo lo necesario para su misión y así demostrar su amor incondicional a la Mater y a su Divino Hijo.

Apostolado de la Virgen Peregrina: una forma de seguir a Cristo
Seguir a Cristo es exigente y supone un desafío. La caridad que João Pozzobon ejercía en el contexto de sus visitas con la Virgen Peregrina también entrañaba riesgos. Desempeñaba su labor diaconal con amor, pero también con una buena dosis de valentía. En sus visitas a las cárceles, por ejemplo, no dudaba en entrar con la imagen de la Virgen Peregrina en las zonas de mayor exigencia de seguridad. De alguna manera, conseguía convencer a quienes lo rodeaban de que, con la Virgen Peregrina, estaban a salvo, incluso cuando entraba en lugares donde otros no se atrevían a hacerlo.
João Pozzobon fue un discípulo misionero auténtico y abierto al diálogo. También llamaba a las puertas de las casas de otras confesiones y religiones. Sin embargo, no imponía su fe. Al día siguiente, volvía a recoger a la Virgen Peregrina y estaba convencido de que su visita había sido importante para esa casa. Romper fronteras y encontrarse con todos sin distinción es propio de quien ha comprendido el mensaje más profundo del Evangelio.

Siguiendo su ejemplo, muchas familias acogen regularmente a la Virgen Peregrina en sus hogares. Ella nos invita a seguir el ejemplo del diácono para ejercer la caridad, ya sea en la propia familia, en el vecindario o comprometidos con el Apostolado de la Virgen Peregrina o con proyectos caritativos de la comunidad parroquial. Las posibilidades son muchas y cada una de ellas es una llamada de Dios para que nuestra fe encuentre expresiones concretas y así seamos evangelizadores que transformen la realidad.
Traducción: Hna. M. Lourdes Macías
Referencias
[1] Cf. Pontificio Consejo Justicia y Paz. Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 2004.
[2] Papa Francisco, Evangelii Gaudium, 2013, n. 180.