Me gustaría presentar los fundamentos de la espiritualidad de Schoenstatt a partir de la frase escrita en la tumba del Padre Kentenich y que fue utilizada por San Pablo VI para describir la personalidad del Fundador de la Familia de Schoenstatt. En las tres palabras “amar a la Iglesia hoy” encuentro reflejo el mensaje espiritual y el carisma profético de Schoenstatt.
1. Dilexit
La primera palabra que examino es “amor” y me pregunto cómo, concretamente, el Padre Kentenich expresó su amor por la Iglesia. La respuesta es: poniendo él mismo y su obra al servicio de la renovación de la Iglesia, en fidelidad a la tradición de la norma: “Ecclesia semper reformanda”. Las dos audiencias, con el Papa Pío XII en 1947 y con el Papa Pablo VI en 1965, dan testimonio de su compromiso y fidelidad.
En audiencia con Pío XII, poco después de la proclamación de la Constitución Apostólica “Provvida Mater Ecclesiae” sobre los Institutos Seculares, el P. Kentenich prometió su colaboración para que las nuevas instituciones eclesiales pudieran colaborar en la renovación de la Iglesia, como lo hicieron las grandes Órdenes religiosas y los movimientos de reforma en la historia de la Iglesia.
En audiencia con Pablo VI, inmediatamente después de la finalización del Concilio, prometió poner su Obra al servicio de la renovación conciliar. Como resultado de esta renovación, imaginó una Iglesia en la nueva orilla de la historia, fuente de una nueva humanidad: “die Kirche am neuen Ufer”(la Iglesia en las nuevas playas). Ya en 1961 había escrito: “Hay un proceso irreversible que tiende a la secularización y al pluralismo. El carro de la historia no retrocederá. No tiene absolutamente ningún sentido hacer de la situación medieval la norma de la vida y de la acción hoy. Cualquier proceso regresivo negativo será superado radicalmente desde una tendencia de perspectiva; de lo contrario desintegraremos nuestras fuerzas, lucharemos por una utopía y entregaremos el campo de batalla del presente y del futuro a las fuerzas enemigas, sin oposición alguna”.
Por lo tanto, el método a seguir para la renovación no es el de mirar atrás, volviendo al pasado para recuperar la época dorada de antaño, según la mentalidad de la mitología griega y latina. El cristiano vive de la promesa, que transformó la historia del mundo en la historia de la salvación y sitúa la meta al margen de la eternidad. San Ignacio de Antioquía dijo: “cuando haya llegado a la cima, seré lo que soy”.
2.Ecclesiam
La segunda palabra que tomo en consideración es “la Iglesia”, preguntándome cómo sería la Iglesia en las nuevas orillas de la historia. Encuentro su descripción en algunas características que fueron descritas en la conferencia del 8 de diciembre de 1965, con motivo de la colocación simbólica de la piedra angular del Santuario “Matri Ecclesiae” en Roma:
“Una Iglesia dinámica”, representada por la imagen del barco: “Para explicar un poco más el pensamiento que resumimos esquemáticamente, os recordamos que la Iglesia actualmente ha preferido otras imágenes para hablar de sí misma. Tomó con gusto la imagen de la barca. Una barca que fue sacudida por las olas del lago Genesaret. Una barca en la que el Señor parecía dormir, como parece que lo haga hoy. Una barca que no les teme a las aguas embravecidas y que navega con valentía en el mar de la turbulenta vida moderna. Una vez más: una concepción dinámica de la Iglesia, que expresa el fuerte deseo que todo el mundo sea tocado por ella… ¡¡Qué riesgo es ser miembro de esta Iglesia hoy!! ¡¡¡Cuánta audacia requiere esto!!! ¡Qué enormes exigencias debemos ponernos! Una confianza magnánima de que el barco no será víctima de la tormenta; una confianza gigantesca de que podrá cumplir su misión. Evidentemente, tendrá que recoger, a babor y estribor, tantos náufragos como sea posible. No serán ellos los que buscarán redimir a los que vacilan y hesitan. En medio de la tormenta, la Iglesia quiere llegar a todos los continentes y en todas partes para buscar a los llamados por Dios que quieran un lugar permanente en esta barca”. (P. Kentenich 1965)
“Una Iglesia, Familia y Pueblo de Dios” donde se redescubre el valor de la fraternidad y que anima a sus miembros a ser corresponsables y a vivir el sentido de comunidad. “Una Iglesia fraterna … ¿Cuál era la imagen de la Iglesia en el pasado? Una Iglesia totalmente autoritaria. Sí, podemos decir eso ahora sin temor a encontrar contradicciones: una Iglesia dirigida dictatorialmente. Y ahora… sabemos que Juan XXIII se consideraba hermano de todos. Quería ser humano, para que la Iglesia fuera fraterna… Por eso, terminamos con una Iglesia gobernada dictatorialmente. En su lugar, el énfasis está en estar juntos fraternalmente, actuando en común y trabajando juntos con todo el pueblo de Dios…”
“Familia de Dios”. En una familia de Dios no hay obediencia militar, sino obediencia familiar. “Su esencia es, sobre todo, mucha corresponsabilidad y, además, mucha franqueza. Es propio de la obediencia familiar una corresponsabilidad amplia y profunda…”
“Pero también expresamos nuestro repudio a una cierta concepción moderna, que habla de ‘camaradería y fraternidad’. En respuesta a este concepto, nosotros afirmamos, de manera sobria, firme, clara y decidida: no hay fraternidad sin paternidad”.
“Una Iglesia que es el alma del mundo”, que quiere forjar una nueva cultura humana que haga al hombre digno y libre. Sin meterse en la confusión política de los partidos, pero influyendo con su espíritu, como levadura, en todos los ámbitos humanos. “Lo que el alma es para el cuerpo, los cristianos deben serlo para el mundo”, ha dicho uno de los escritores de la Iglesia primitiva. “Esta Iglesia debe ser, como en el cristianismo primitivo, y como debe ser siempre, el alma de la cultura actual y del mundo entero. Debemos superar la separación entre Iglesia y cultura, entre Iglesia y mundo… La Iglesia debe convertirse en el alma de esta cultura actual, tan complicada y mundana, de esta naturaleza tan influenciada por la acción del diablo… ‘Id por todo el mundo!’
¿Qué significa esto? Significa dinamismo en toda su amplitud … No huir del mundo, ni siquiera codiciar el mundo o la mundanalidad, sino penetrar en el mundo a través de la Iglesia, penetrar en él hasta convertirse en el alma del mundo”.
3. Hoy
La tercera palabra que considero es el adverbio de tiempo “hoy”. La Iglesia es peregrina en el tiempo, está en un camino continuo de conversión y, por lo tanto, debe comprender cuáles son sus cuestiones actuales, para poder dar las respuestas correctas.
“Una Iglesia guiada por el Espíritu Santo”, fuente de nuestra confianza y de nuestras esperanzas. La estabilidad y seguridad de la comunidad eclesial no se encuentran en los hombres, ni en las leyes o estructuras, sino en la fuerza, en el coraje, vigor y en la guía del Espíritu Santo. Una Iglesia así configurada escucha la sabiduría del Apóstol: “No apaguéis el Espíritu y no despreciéis las profecías. Examinad todo y considerad lo que es bueno” (1Tes 5,19). “Debe ser una Iglesia guiada por el Espíritu Santo, que no dependa del Estado, ni dependa demasiado de sus propias leyes capaces de ofrecerle seguridad… En el centro de la Iglesia está el Espíritu Santo que dirige todo … Estas son altas exigencias. Debemos educarnos para poder cumplirlas … Cuando el fundamento de las tres virtudes teologales es perfeccionado por los dones del Espíritu Santo, entonces la persona puede contar con una seguridad particular. Este es el tipo de seguridad que llamamos “seguridad pendular”, que no viene de arriba ni de abajo. Es la seguridad que nos acoge en el corazón de Dios, en su amor”. La oración “nada sin ti, nada sin nosotros” está llena de esta seguridad.
“Una Iglesia pobre y humilde”, que se reconoce limitada en su humanidad y que también pide perdón por sus faltas. La consecuencia de esta experiencia es una actitud de servicio, de testimonio humilde y sencillo. “La Iglesia, nos dijo el Concilio, debe ser cada día y más una Iglesia pobre, una Iglesia que busca la pobreza para sí misma, que cada día se aleja de la pompa y, al mismo tiempo, debe ser amiga de los pobres; que ni pide ni suplica constantemente la benevolencia del Estado. Una Iglesia humilde… que confiesa su culpa y tiene el coraje de pedir perdón”. (P. Kentenich, 1968). La Iglesia debe ser pobre en necesidades humanas y rica en necesidades divinas. Debe ponerse al servicio de las necesidades divinas, sin olvidar las necesidades humanas.
“Una Iglesia profética”. “La Iglesia necesita líderes proféticos que, sin concesiones fáciles, mantengan en la doctrina y en la vida lo esencial más allá del tiempo; y que, al mismo tiempo, sean flexibles y receptivos, para revestir con creatividad de formas nuevas el espíritu original del catolicismo; formas que anticipan la Iglesia del futuro y le dan solidez”. Necesitamos profetas que nos expliquen la gramática de Dios, para leer su huella en las horas tristes y felices de la vida. Necesitamos tanto a la Iglesia como institución como a la Iglesia como profecía. Una institución sin profecía envejece. Una profecía sin institución no crece. Si queremos entender lo que Dios nos dice, debemos escuchar su silencio.
Belmonte, 24 de mayo de 2021, memoria de María Madre de la Iglesia.
+ Ignazio Sanna
Traducción: Marcelo Cervi
Fuente: www.schoenstatt.org.br