¿En qué se reconoce una buena investigación histórica?
Características de una tarea hecha responsablemente
12 de diciembre de 2020 - Press Office Schoenstatt International
Muy variado puede ser el manejo de fuentes históricas y de la historia en absoluto: fuentes y documentos pueden servir para apoyar una cosmovisión propia con pruebas aparentemente objetivas; o ser usados para concitar la atención con tesis sensacionalistas; o bien servirse de ellos para seguir una agenda política; o por último se los puede estudiar en sí mismos para averiguar con la mayor imparcialidad posible “qué sucedió realmente”. Solo esta última actitud es “científica” en el pleno sentido del término, si “ciencia” quiere decir compromiso con el conocimiento de la verdad, la verdad en toda su diferenciación y multiplicidad de perspectivas.
El aseguramiento de la propia cosmovisión tiende a elegir, de entre los múltiples estratos del material histórico, lo que encaje mejor con el esquema preconcebido sin tomar en cuenta lo demás. También el interés por llamar la atención o por discursos estratégicos pueden guiar la conducta, llevando a escoger los documentos que parezcan ser los más adecuados para alcanzar el objetivo, omitiendo otros que vayan en sentido contrario. En cambio acercarse al ideal de comprender “qué sucedió realmente” solo se logra cuando se hace “manar” efectivamente todas las fuentes. E incluso cuando se procede así son necesarios algunos criterios complementarios de calidad, tal como lo señala la historia de la historiografía.
Valoración crítica de las fuentes
Heródoto de Halicarnaso, un escritor griego del s. V a. C., es considerado el “padre de la historiografía” (Cicerón, De legibus I 5). Se considera tradicionalmente que Heródoto emprendió largos viajes en los que hizo algo así como una investigación de fuentes. Por lo menos así lo afirma él en su “Historias”, obra de nueve tomos. No obstante incurre a veces en una actitud llamativamente acrítica en el trato con sus fuentes e informantes. Y así en el tercer tomo de sus “Historias” relata sobre hormigas de la India que “no son tan grandes como perros, pero sí más que zorros”, y que extraen arena aurífera de las entrañas de la tierra (Historias III, 102), o bien ovejas árabes de colas “de al menos tres codos de largo”, de modo que los pastores, para evitar heridas en ellas por el roce con el suelo, las sostienen en carritos que las ovejas arrastran tras de sí (Historias II, 113).
Ya en la Antigüedad tales relatos fantásticos resultaban chocantes, porque más allá de ser sensacionalistas, no presentaban una imagen creíble de la verdadera situación o realidad.
Por eso Heródoto, si bien escribió historia e historias, ciertamente no fue un historiógrafo que trabajase con exactitud y comprobase críticamente los hechos. Una generación más tarde, Tucídides reclamará para sí este último estilo de trabajo. En efecto, Tucídides escribe su historia de la guerra del Peloponeso distanciándose claramente del procedimiento de Heródoto: “Me permito consignar lo que realmente ocurrió en la guerra, no según los relatos de la primera persona que aparezca, ni tampoco ‘según mi opinión’” – una expresión que Heródoto solía emplear una y otra vez – “sino que he investigado con la mayor exactitud posible (akribeia) lo que yo mismo he vivido y los informes de otros” (Tucídides I, 22).
La mayor exactitud posible, la acribía, es lo que distingue a un historiador de un mero narrador de historias. Una buena investigación histórica no se fía simplemente de declaraciones, sino que examina cuidadosamente sus fuentes, yendo al fondo de todas las particularidades detectables.
Objetividad imparcial
Como segundo principio de un buen historiador, al comienzo de su obra historiográfica sobre la primera época del imperio romano (los así llamados “Anales”), Tácito menciona la imparcialidad moral: “Los hechos de Tiberio y Calígula, así como los de Claudio y Nerón, fueron falsificados por temor mientras estos vivieron; y una vez muertos, fueron descritos con odio” (Anales, I, 1). Ambos abordajes deforman, desfiguran la verdad histórica hasta hacerla irreconocible. Por eso Tácito se propone “sine ira et studio” (sin animosidad ni parcialidad) valorar objetivamente las fuentes y escribir sobre su tema.
Pero esto no significa para Tácito la nivelación de particularidades ni la minimización de atrocidades. Al contrario: justamente mediante la exposición objetiva de las variadas motivaciones, rasgos de carácter y comportamientos, las personalidades históricas adquieren su nítido perfil, un perfil que a veces entraña también contradicciones. Pero el historiador no impone su juicio moral a la posteridad, sino que deja libertad al lector para que él mismo se forje su opinión.
Hay que escuchar también la otra parte
Estrechamente ligada a esta actitud fundamental existe otra que Séneca presenta como sigue: “Quien emite su juicio sin escuchar la otra parte, comete una injusticia, aun cuando su juicio sea justo” (Medea 199-200). El principio aquí enunciado: “audiatur et altera pars” (sea escuchada también la otra parte) no solo constituye un principio jurídico sino también una característica de una buena praxis científica en la investigación histórica.
A pesar de su relación con el principio de imparcialidad mencionado en segundo lugar, esta actitud fundamental va más allá de la exigencia de que un historiador debe reservarse su juicio moral: quien no deje en absoluto hablar a la otra parte, cometerá una injusticia, porque de ese modo la historia quedará reducida a una unidimensional “story-line”. Por principio un tal procedimiento no puede hacer justicia a la complejidad de la historia. Recordemos que los autores citados no son científicos en el sentido actual del término. Pero con los principios del examen cuidadoso de las fuentes, de la imparcialidad ajustada a los hechos objetivos y el derecho a que se escuche a las partes intervinientes, ellos fijaron normas fundamentales. Toda buena praxis en la ciencia de la historia y sus disciplinas auxiliares debe estar a la altura de ellas. Más allá de qué parte la promueva, una buena investigación histórica ha de contar entonces con que ese será también hoy el criterio con que será evaluada.
Traducción: Sergio Danilo Acosta