Hemos visto su estrella y hemos venido a adorarle
"Hemos visto su estrella y hemos venido a adorarle", fue el mensaje de los Magos de Oriente ante la corte de Herodes, lo cual generó un gran revuelo en toda Jerusalén. Tan cerca y no lo reconocieron. "La luz vino a los que eran suyos y no lo recibieron", nos dice San Juan en el primer capítulo de su Evangelio.
Autor: Pe. Francisco J. Lemes Gonçalves
6 de enero de 2021

Herodes llegó a sentirse amenazado en su poder temporal pasajero. Ni siquiera los que entendían la Ley lo reconocieron, estaba escrito en las Escrituras…, pero la imagen que tenían del Mesías no se compatibilizaba con el Niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre y con padres pobres. Por esta razón no lo reconocieron, y aún hoy no lo reconocen.
Pero los Reyes Magos siguieron con alegría la estrella que bajó donde ellos estaban y vieron al Niño con María, su madre, y lo adoraron. Vinieron de tierras lejanas y ante ese niño, como tantos en sus propias tierras, vieron en él algo que sólo los que tienen fe y se vacían y se dejan sorprender por Dios son capaces de ver en este pequeño Dios hecho hombre.
Quien se preocupa por las cosas del mundo no puede ver las señales que Dios nos envía para ir hacia María y encontrar a Jesús en sus brazos. Uno va mucho por ahí, o inventa demasiadas excusas, o está demasiado justificado queriendo pruebas o garantías científicas. Mirad estos hombres: vinieron de lejos, guiados por una estrella; no eran judíos practicantes. Según relata la tradición, eran, astrólogos, filósofos. Lo dejaron todo, partieron, arriesgándose, y dejándose sorprender por Dios, fueron recompensados. Cuando vieron a Jesús, lo adoraron, porque encontraron la razón de sus vidas.
Llevaron regalos al Niño, en el simbolismo del oro, el incienso y la mirra. Oro de las buenas acciones y un deseo de santidad que se conquista cada día. Incienso, reconociéndolo como Dios verdadero, al que hay que adorar. La Virgen así le dijo a Juan Diego en México: «Soy la Madre del Dios verdadero al que hay que adorar”. Y en la mirra, nuestra humanidad contenida en el niño de Belén que se hizo humano y levantó su tienda entre nosotros.
¿Qué regalos le daremos a Jesús hoy? ¿Qué oro le ofrecerás? ¿Con qué incienso le adorarás? ¿Qué mirra de tus limitaciones, cruces y felicidades le ofrecerás?


Nuestros santuarios de Schoenstatt son esta casa en la que, al entrar, vemos a María como la vieron los Reyes Magos: con Jesús. Ella nos invita a adorarlo, en sus brazos, en el tabernáculo, en la Palabra anunciada y explicada. Aquí en su santuario siempre encontraremos a Jesús con ella; nunca, nunca, separados. Dios siempre tendrá su estrella en nuestro cielo, que a veces estará medio nublado, oscuro. Miremos hacia arriba y veamos la estrella, sigámosla, porque se detendrá en nuestro Santuario y allí encontraremos a Jesús, y podremos decir como los Reyes Magos: «¡Hemos llegado a tu estrella y te hemos amado!”
Traducción: Hna M. Cacilda Becker