P. Eduardo Aguirre El 23 de julio celebramos el día de nacimiento del Venerable Siervo de Dios, Mario Hiriart, una vida de santidad heroica. Mario nació en Santiago de Chile en 1931. Este año cumpliría 90 años. Fue un destacado profesional schoenstattiano, consagrado como Hermano de María, quien padeció una enfermedad que lo acompañaría durante toda su vida.  

Su camino de vida: la santidad heroica

Desde el momento en que Mario tomó contacto con Schoenstatt, a los 16 años, se comprometió con constancia y fidelidad. Desde entonces, comenzó un serio desarrollo en su vida religiosa, identificándose cada vez más con los ideales de Schoenstatt. En sus primeras anotaciones en el cuaderno personal que comenzó a escribir en el año 1948, y que mantuvo hasta su muerte, expresa ya claramente su seria aspiración a la santidad heroica.
“…para obrar bien necesito una base, un fundamento: la vida interior. Para dar gloria a Dios necesito haberme preparado a mí mismo para esta obra; esta preparación implica un perfeccionamiento espiritual que me permita estar por sobre el medio en el cual deseo influir; debo, pues, santificarme. Para santificarme debo intensificar el cumplimiento de mis deberes de estudiante, ya que la obligación primordial de todo católico es el exacto cumplimiento de sus deberes de estado. El fiel cumplimiento de los deberes profesionales debe ofrecerse a Dios como un sacrificio hecho por su gloria y por amor a Él.”

Instrumento en las manos de la Mater

Mario se consagró como laico en los Hermanos de María, como instrumento en las manos de la Mater. Poco a poco, Mario se identifica totalmente con Schoenstatt, con su espiritualidad y sus ideales, descubriendo en él su camino de fe, su forma de participar en la vida de la Iglesia y su compromiso como cristiano en medio del mundo. A medida que fue participando y asimilando las enseñanzas del Padre Kentenich, se transformó en uno de los fundadores de Schoenstatt en Chile, fue miembro del primer grupo de jóvenes que surgió en Bellavista y uno de sus líderes más decididos, entusiastas y constantes.  

Schoenstatt, mi mundo entero

Al conocer más a fondo la espiritualidad y la pedagogía de Schoenstatt, creció su admiración hacia el Padre fundador, el Padre Kentenich. En 1957 escribe en su diario:
“Hoy es 18 de octubre, mi décimo 18 de octubre como schoenstattiano. Son 10 años de total transformación de mi vida entera. Madrecita, no creo que se trate de la simple maduración propia del fin de la adolescencia: me parece que puedo decir que me descubrí a mí mismo en estos años, que descubrí para qué existo, que encontré la razón de mi vida. Sí, Madrecita, es eso. Antes de conocer a Schoenstatt la razón de mi vida parecía ser leer y estudiar, pero ahora, Madrecita, ¡qué distinto es todo! Estos 10 años me han abierto todo un mundo nuevo. Creo que puedo decir con entera sinceridad que Schoenstatt se ha hecho mi mundo entero, un mundo inmenso y maravilloso, del cual vivo y para el cual vivo. Toda mi vida, Madrecita, no tiene ahora razón de ser sin la capillita, tú en ella, nuestra alianza de amor, nuestro padre Kentenich, la familia toda. He encontrado personas que me han dado un amor humano sobrenaturalizado, he encontrado padres, hermanos, hermanas, he encontrado la paz en los momentos de intranquilidad. Madrecita, allí he sido feliz porque todo eso lo he tenido junto a ti. Por eso, Madrecita, hoy quiero renovar mi alianza de amor contigo en tu santuario.”  

En otras citas de su diario

El 18.04.1957 escribe:
“Madrecita, a la renovación de mi consagración, que hago de inmediato (exactamente a la medianoche del jueves santo), quiero darle el carácter de un Acto de Fidelidad personal al Padre Kentenich.”
Y más tarde, el 03.01.1958:
“… (veo la) necesidad de unirse al P. Kentenich por entero, como la única forma de realizar en nosotros el Schoenstatt total, que él encarna. Madrecita mía, tú sabes cómo ha aumentado en los últimos años mi vinculación con él. Comprendo perfectamente que él es el padre de la Familia, y que todo miembro de ella que quiera vivirla plenamente tiene que asemejarse a él. La única manera de ser verdaderamente schoenstattiano es asimilarse al modelo de vida schoenstattiano, que es nuestro padre Fundador. Por eso también la necesidad de crear una relación vital personal con él, pues no se puede imitar sino aquello que se conoce y se ama. Entonces, es fundamental para nosotros conocer y amar muy intensamente al Padre Kentenich, establecer con él la relación vital más profunda que nos sea posible.”
Desde Bellavista, el 8 de julio de 1956, Mario le escribe al P. Kentenich:
“Querido Padre Fundador: El camino de mi vocación, tal como lo veo hoy, fue mi convicción personal de que el cristianismo de nuestro tiempo exige en forma imperiosa un extraordinario grado de santidad laical. Esta santidad laical debe traducirse en una decidida vocación a una profesión y una misión en el mundo laico, sublimada por una concepción perfectamente cristiana y teocéntrica de la vida laical y realizada con un heroísmo igual o aún mayor que el de los más grandes mártires de la Iglesia. El estado de vida laical también tiene que ser una vía ordinaria de santificación.»
Mario Hiriart murió de cáncer en Milwaukee, Estados Unidos, el 15 de julio de 1964 donde el Padre José Kentenich, al visitarlo, le dio la extremaunción. Sus restos descansan tras el santuario de Schoenstatt en Bellavista, en Santiago de Chile P. Eduardo Aguirre, Postulador – Roma, 07.2021 Visita también: www.mariohirirart.cl Mira además: ⇒Mario Hiriart, un video que tocará tu corazón Artículos relacionados: Mario Hiriart, un laico con madera de santo,