El valor de cada sacrificio que ofrecemos a María para que sus gracias fructifiquen desde el Santuario

Nuestro lugar de gracias -el Santuario- supone el trabajo conjunto entre Dios y nosotros, entre la Virgen y nosotros. Por eso, los que estamos en el Movimiento y queremos profundizar aún más nuestra participación en él, nunca podemos desanimarnos. Este es el imperativo permanente del capital de gracias: ¡Cooperar! ¿Te has puesto a pensar cuánto vale una pequeña ofrenda al Capital de Gracias? ¿Y dos? ¿Y tres? De a poco es posible llenar una canasta y ayudar a la Mater en su misión desde el Santuario. A continuación la reflexión del P. José Kentenich sobre este tema.  

Nada sin mí

Reflexión del P. Kentenich: Nada puede suceder en Schoenstatt sin mí; es decir, la corriente de gracia no puede crecer y fluir sin mí. Hablar de contribuciones al Capital de Gracias es decir exactamente eso. Todos tenemos esta tarea. Cuanto más religiosos somos, más claro nos queda que las cosas dependen de Dios; y sobre mi aporte, no de la acción que yo haga, sino del grado de amor que pongo en ellas. Si estoy enfermo y hay en mí un gran amor a Dios, ¿cuánto podré ofrecer al Capital de Gracias y cuánto conseguiré? De este modo, la actividad individual se orienta hacia las alturas. Esto se recuerda en el Acta de Fundación: Schoenstatt deja de ser un lugar de peregrinación, de cumplir su misión en el mundo, cuando no se traen nuevos aportes al Capital de Gracias, cuando se consume lo que ya existía y no se traen nuevos aportes. Todavía recuerdo muy bien cuando decíamos: No queremos que la Virgen actúe sin nosotros, queremos atraerla, hacerla descender aquí en virtud de una intensa actividad apostólica, que realizamos personalmente. Creemos que el Acta de Fundación se firmó en el cielo. En la eternidad sabremos quién ha servido más al Movimiento, y quizás entonces tengamos una imagen de la realidad muy diferente a la que vemos hoy. En este mundo se aprecia más a los que están en primer plano. Tiene que haber jefes, tiene que haber gente que hable continuamente. Pero no son los más necesarios. Estoy convencido de que en el fondo hay una multitud de gente sencilla, sin la cual Schoenstatt no podría existir. Los más necesarios e importantes son aquellos que constantemente y en la mayor medida entregan ofrendas al Capital de Gracias, que unen la corriente del corazón y la sangre con la corriente del corazón y la sangre del Capital de Gracias.  

Capital de gracias y santidad personal

Dios espera de nosotros la santidad personal. La Virgen nos pide personalmente, y no en general, un alto grado de santidad, una fuerte aspiración a la santidad. En virtud de esta aspiración nuestra, la haremos descender. Una piedra preciosa vale más que toda una montaña de piedras ordinarias. Si la Familia no genera personas así, ¿qué esperamos de Schoenstatt? Schoenstatt depende para su existencia de una seria aspiración a la santidad. Otros lugares de peregrinación pueden prescindir de él. Schoenstatt, en cambio, depende de personas que realmente aspiran a la santidad y vinculan esa aspiración a nuestro Santuario. Así se nos presenta el misterio de Schoenstatt: la fecundidad universal de la Virgen como fruto de las fuerzas de la gracia divina, que actúan libremente. Admiramos las misericordias de la gracia divina. ¿Creen que atribuyo todo lo que se hizo aquí a la actividad personal? ¡No! Lo explicaré con un ejemplo: un niño quiere ayudar a su madre a llevar el cesto de la ropa sucia. El niño quiere ayudarla y mete sus manitas y todo su cuerpo en la cesta. Quiere tener el honor de ayudar a su madre. Y la pobre madre tiene que llevar no solo la cesta, sino también al niño. Una poderosa corriente de gracias fluye desde este lugar, podemos colaborar con ella, pero sin pensar, por tanto, que todo se habría conseguido en virtud de nuestra sola acción. Padre José Kentenich, Conferencia en el día de Navidad, Schoenstatt 28.12.1933 Libro: Su misión, nuestra misión, editor Peter Wolf Fuente: www.schoenstatt.org.br