Burundi se encuentra dividida por dos etnias: los hutus y los tutsis. Esta división ha sido fuente de conflictos internos desde hace muchos años, especialmente entre los años 1993 y 2005, en los que estuvieron en guerra civil y hubo muchas dificultades para lograr la paz.
Ser misionero es una alegría para el P. Claudio Jeria, pero también debió atravesar obstáculos: “La llegada a Burundi trajo consigo dos dificultades evidentes: tuve que comunicar la Buena Nueva y Schoenstatt en un idioma distinto al mío, ya que allá se habla francés y kirundi; y tuve que moverme en medio de una nueva cultura, extraña y desconocida para mí”. “Llegué a Burundi en 1996, en plena guerra fratricida entre hutus y tutsis. Una época muy dura que duró unos 10 años. Es la época del genocidio ruandés (1994) y de la invasión del Congo por tropas ruandesas y ugandesas (1996-2003). Era muy fácil encontrar la muerte, las balas literalmente silbaban… en medio de todo esto, me tocó ayudar a construir una gran luz de esperanza para el pueblo que sufre: el Santuario de nuestra querida Madre y Reina tres veces Admirable de Schoenstatt, que hoy se llama Santuario de la Reconciliación y la Paz”.
Schoenstatt en Burundi
Y ¿cómo llega Schoenstatt a Burundi? En 1962 llegan las primeras Hermanas de María y en 1974 llegan los Padres de Schoenstatt. Los Padres de Schoenstatt comienzan a trabajar en la parroquia de Mutumba. Desde allí se forman los primeros grupos de Schoenstatt, que luego se extendieron por las Escuelas secundarias a través de todo el país. 20 años después, se bendice el Santuario y el Centro Monte Sión en Gikungu. En el 2003 es ordenado sacerdote el primer padre de Schoenstatt burundés.
El Padre Claudio Jeria nos comparte más de la vida del movimiento de Schoenstatt en este país.
El P. Claudio Jeria (chileno) cumplió el año pasado, 40 años como sacerdote y 25 de ellos en Burundi. Su espíritu misionero lo refleja en las siguientes palabras: “Así como San Pablo fue más allá de sus fronteras judías y abrió el camino de la Iglesia a todos los pueblos -cor Pauli, cor mundi- Esta alegría misionera pertenece a mi vocación de sacerdote y de hombre de Sión, y es mi mayor alegría. Impulsado por este espíritu misionero he venido a Burundi y me alegro de los dones que aquí Dios me ha preparado”.La alegría de ser misionero

María conquista corazones y recibe una corona
El Padre comparte que en ese contexto de guerra, la Mater fue abriendo los caminos en pos de la paz en el país: “Ella fue ganando los corazones poco a poco para hacer triunfar una corriente de paz en todo el país. Como burundeses nos propusimos coronar a María como “Reina de la Paz”, para pedir esa paz como un don del Cielo; pero también nos propusimos trabajar por la paz, como auténticos hijos de Dios y servidores de María”. El día de la coronación llegaron alrededor de 30.000 personas de Burundi e incluso de otros países como: Tanzania, Ruanda, Congo, Suiza y España. “Yo pensaba: cuántas veces en estos 13 años vividos en Burundi, cuántas veces en este mismo lugar yo vi miles y miles de personas, huyendo de las balas y de la muerte. En ese tiempo, la gente buscaba un refugio donde nuestra Madre. Nuestro santuario no tenía armas que ofrecer, pero tenía algo -o “alguien”- que para el pueblo era mucho más importante: María, con su Divino Niño en los brazos: Ella era capaz de ofrecer protección. María era una madre llena de amor, pero a la vez, fuerte y poderosa. Ahora, ese mismo pueblo quería agradecer a la Virgen por la protección recibida durante tantos años. Toda esa multitud venía para ofrecerse, con el objetivo de construir una nación nueva, un pueblo de hermanos, donde cada uno pueda tener pan, respeto y alegría”. La corona que le regalaron a María tiene 3 signos importantes: El tambor con los colores de la bandera nacional, signo del reino, del poder político y que desde ahí debe comenzar la conversión; los anillos matrimoniales, signo de la familia; la vasija de greda con tres pajitas para tomar juntos la bebida, según la costumbre tradicional, signo de la amistad y la reconciliación.