Todos, en algún momento de nuestra vida, nos preguntamos seriamente ¿qué tiene que ver Dios con nuestra vida? Después de todo, ¿en qué creemos? ¿Dónde veo yo a Dios? A mí me pasó alrededor de la Confirmación. A partir de la Confirmación, empecé a tratar seriamente de entender a Dios en mi vida y lo que yo tenía que ver con él. Dios empezó entonces a "meterse" conmigo y el resultado fue un enorme entusiasmo que yo sentía al darme cuenta de que Él, que es tan grande e infinito, ¡se preocupaba por mí como si yo fuera la única persona del mundo! Y como respuesta, quise hacerlo todo por Él. Quería cambiar el mundo.

Entregarme POR Dios

Empecé en mi parroquia, donde me ofrecí voluntaria para dar catequesis y participar en el coro. Luego me uní a una asociación católica que hacía voluntariado en Portugal y África. Cuando salía con alguien, me preocupaba que se basara en Dios. Cuanto más descubría a Dios en mí, más me daba cuenta de que había mucho que aprender y crecer y de que no sólo haciendo muchas cosas y muchas actividades podía llegar a Dios. Así que quise buscar un grupo que me ayudara a formarme y también a crecer en la fe. Descubrí Schoenstatt cuando ya estaba en la universidad. Descubrí una Familia que me acogió y me hizo sentir como si siempre hubiera pertenecido a ella; descubrí un lugar donde realmente me sentí en casa y cerca del cielo, el Santuario; descubrí una espiritualidad fuerte y original, con palabras nuevas que me ayudaron a concretizar mi fe y a vivirla en mi día a día: "capital de gracias", "fe práctica", "Alianza de Amor", "Padre Fundador", "Hombre Nuevo en la Comunidad Nueva".... Sobre todo, descubrí a la Mater, que siempre había estado presente en mi vida, ¡pero que ahora se revelaba como una Madre que me acompañaba a diario y me educaba! En este ambiente de entusiasmo y pasión empecé también a descubrir mi vocación.

¿Cómo se descubre la vocación?

En ese momento de nuestra vida en que nos preguntamos por Dios, si prestamos atención a su respuesta, vamos descubriendo lo que quiere de nosotros. Pero nuestra atención hacia Él debe ser constante. La atención inicial tiene que convertirse en preocupación por escuchar y percibir a Dios. En este proceso somos cautivados por Él y crece en nosotros un Amor más grande. Si seguimos prestándole atención, Él utilizará todos los medios para ayudarnos a descubrir su voluntad para nuestra vida (=vocación). Utilizará las circunstancias de nuestra vida para hablarnos a través de signos concretos, pero también utilizará nuestro corazón, nuestros deseos y anhelos. Y si miramos en el fondo de nuestra alma, en nuestros deseos más secretos y profundos, nos daremos cuenta de que ahí está nuestra vocación, ahí es donde Dios nos habla, donde nadie más que nosotros puede oír.

Entregarse a Dios

Dios me conquistó en un largo proceso lleno de altibajos, pero me condujo de tal manera que yo le perteneciese sólo a Él, ¡porque ésa era su voluntad! Después de hacer la Alianza de Amor, la Virgen me "presentó" a su Hijo Jesús. Al conocerlo mejor, me enamoré de él. Quería pasar mucho tiempo con él, quería contarle mucho de mí y que él me contara de sí mismo. Su amor inflamaba mi corazón y me sentía feliz y realizada con sólo estar en su presencia. Empecé a cuestionarme la vida de casada que siempre había soñado tener y los muchos hijos que quería tener, porque había una nueva realidad que estaba descubriendo y que era más fuerte en mi vida. Entonces me di cuenta de que Jesús me invitaba a ser sólo suya, que me llamaba a entregarme a una vida consagrada a Él y a su Madre en la Familia de Schoenstatt. Hoy pertenezco al Instituto Nuestra Señora de Schoenstatt ("Señoras de Schoenstatt"), donde he hecho mi camino de vida consagrada. Recientemente hice mi consagración perpetua. Cada vez más descubro que la vocación tiene que ver con un SÍ diario y constante que damos a Dios, como respuesta a su presencia llena de Amor en nuestras vidas.