Un estudio reciente, realizado por la Sociedad Internacional de Cirugía Plástica Estética (ISAPS) muestra el crecimiento mundial de este procedimiento donde Brasil ocupa el segundo lugar en el ranking de cirugías plásticas a nivel global [1]. El paso del tiempo, en particular para las mujeres, puede dificultar una relación sana y positiva con la autoimagen en gran parte debido al estándar estético que establecen los medios de comunicación.

¿Cuál es la reflexión a la que llegamos como mujeres católicas respecto a nuestro cuerpo y nuestra apariencia a lo largo de los años? ¿Cómo mantener nuestra feminidad, siendo fuertes y auténticas en nuestra convivencia diaria frente a la exigencia de una apariencia femenina ideal?

En una de sus charlas, el fundador de la obra de Schoenstatt, el Padre José Kentenich, dijo que si tenemos una conciencia corporal noble y divinizada que siempre se profundiza de afuera hacia adentro – no solo de adentro hacia afuera – podremos suponer que estamos protegidos de todos los peligros de la época actual. También afirma que debemos tratar nuestro cuerpo con amor respetuoso porque fue creado y elegido por Dios como templo del Espíritu Santo, como santuario, pero también debemos tratarlo con sabia severidad porque está sujeto a la ley del pecado original y a los impulsos. «La virtud del pudor trata el cuerpo con amor respetuoso, pero al mismo tiempo con sabia prudencia». [2]

¿Qué dice la Iglesia sobre el cuidado y la exageración?

De aceurdo al doctor en teología moral, el P. Mário Marcelo Coelho, el gran problema no radica en las cirugías plásticas en sí, sino en la intención que esconden. Cuando una mujer dice «me voy a poner silicona» o «me voy a hacer la cirugía plástica», se debe analizar cuál es su principal motivación: ¿una cuestión de salud, de autoestima o la vanidad de ser más atractiva para cumplir con el estándar de belleza impuesto?

“Cuando se convierte en esclava de esta situación construída por la sociedad, acaba negándose a sí misma como persona y olvida mirarse como alguien que tiene valor en sí misma. Pierde el sentido sagrado de la vida, porque deja de verse como imagen y semejanza de Dios y pasa a verse como imagen y semejanza de lo que le impone la sociedad, hiriendo su dignidad” explicó el padre Mário al portal de noticias Comunidade Canção Nova. [3]

Cuidado excesivo y pensamiento mecanicista

El pensamiento mecanicista que separa al hombre de la acción de Dios determina un estándar mundial de belleza según el cual todas las mujeres deben, por ejemplo ser delgadas, con curvas perfectas, sin arrugas… negando la originalidad de cada persona. Por lo tanto hay mujeres que no miden las consecuencias para alcanzar este nivel y ponen en riesgo incluso su propia vida.

Por el contrario, el pensamiento orgánico valora la gracia divina. Valora si me cuido, si realizo acciones que son buenas para mi vida, si respeto mi belleza natural. La pregunta clave es ¿qué puedo hacer para ser más bella a los ojos de Dios?

Para la Madre Teresa de Calcuta, por ejemplo, la respuesta a esta pregunta está en la sonrisa que para ella es «el mejor maquillaje».

Gertraud von Bullion, la primera mujer que selló la Alianza de Amor en Schoenstatt también nos recuerda sobre la vestimenta: «Como mujeres cristianas, queremos ser instrumentos de nuestra Madre y Reina para la renovación del mundo y que nuestro vestido sea un adorno externo del templo de Dios que es nuestro cuerpo. Que nuestra apariencia externa sea una expresión de nuestras convicciones más profundas”. [4]Para ella una vestimanta auténtica es una confesión de fe de que Dios habita en nosotros.

El cuidado de la imagen propia es importante y está relacionado con lo que el Padre José Kentenich siempre repetía: «El orden del ser determina el orden del actuar». Así el afán por la belleza orgánica externa, natural y saludable, puede reflejar la belleza interior.

¿Cuál es nuestro estándar de belleza?

Sí. Tenemos un estándar de belleza. Como mujeres schoenstattianas nuestro gran deseo debe ser siempre reflejar a María al mundo. Para ello es necesario que estemos atentas a las inspiraciones de la gracia y que podamos, a pesar de las dificultades del tiempo actual, presentar a la pequeña María al mundo de innumerables maneras. Nosotras todas, tenemos la tarea de preocuparnos de que desde la mujer actual podamos esculpir siempre de nuevo a la pequeña María.

Con el paso del tiempo, reflexiona sobre quién eres realmente y sé feliz con tu edad. Nuestras arrugas revelan la historia de nuestra vida. ¿Cuántas noches de privación de sueño para cuidar a otros? Ya sea para cuidar de nuestros hijos o de nuestros padres, o incluso para preocuparnos por nuestros múltiples trabajos. Ellas cuentan nuestras penas, nuestras alegrías, nuestras angustias, nuestros anhelos. Deberíamos pensar en el amor que transmiten.

Quizás ya no tengamos el brillo de nuestra piel y la perfección de nuestro cuerpo juvenil, pero más allá de la nostalgia, tenemos que querernos y aceptar la trayectoria de vida que hoy exponen nuestro rostro y nuestro cuerpo.

El Padre Kentenich dijo a un grupo de jóvenes que la belleza espiritual se refleja en el cuerpo físico: «Por lo tanto, ¿cuándo es bello un rostro? Supongamos que tiene una herida o un defecto, ¿puede ser bella a pesar de ello? Supongamos que tiene 70 años y la cara llena de arrugas. ¿Por qué [el rostro] podría seguir siendo bello a pesar de eso? Si la armonía reina en el alma, el rostro también refleja la armonía, la cara y los ojos irradian cierta nobleza». [5]

Bien decía el poeta Olavo Bilac que la belleza es la gracia. La gracia es capaz de transformar las imperfecciones en perfecciones. Según él, la gracia lo es todo, la gracia es cosas sencillas como una mirada, la gracia genera amor y es el amor el que nos dice lo que es la belleza, es decir, el amor crea la belleza, pero la gracia es más grande que la belleza porque de ella vienen todas las demás cosas.

 

 

Referencias

[1] Publicación isaps.org
[2] P. José Kentenich. La riqueza del ser puro. Muros de protección. 3ª edición, 2001 – Portugués.
[3] noticias.cancaonova.com
[4] Gertraud Von Bullion. Ganar Hermanos para Cristo.
[5] P. José Kentenich. Saludo a los Lirios. Conferencia en Santa Maria/RS, 08.12.1949

Foto: Pixabay