¿Cómo se llegó a las visitaciones episcopal y apostólica de Schoenstatt?
Una visitación es un procedimiento normal en la Iglesia católica, sin que esté motivada siempre por la existencia de puntos de conflicto. Por ejemplo, un obispo visita regularmente las parroquias de su diócesis; y cada cinco años los obispos de un país se encuentran con el Papa en Roma, en las así llamadas visitas “ad limina”.
PressOffice Schoenstatt International
4 de febrero 2021
¿Cómo se llegó a las visitaciones episcopal y apostólica de Schoenstatt?
Una visitación es un procedimiento normal en la Iglesia católica, sin que esté motivada siempre por la existencia de puntos de conflicto. Por ejemplo, un obispo visita regularmente las parroquias de su diócesis; y cada cinco años los obispos de un país se encuentran con el Papa en Roma, en las así llamadas visitas “ad limina”.
Más allá de esas modalidades, cuando se originan conflictos en una diócesis, orden o comunidad religiosa, o bien en instituciones de la Iglesia, se puede solicitar visitaciones especiales al obispo o al Papa. Una visitación de esa índole sirve para preparar una decisión objetiva y a la vez pastoral. Toda la historia de la Iglesia, hasta el día de hoy, está atravesada por visitaciones en sus más variadas formas, en las que se investiga y decide sobre cuestiones de doctrina, modos de vida, disciplina y autoridad de la Iglesia.
Esas visitaciones se llevaban a cabo en el marco de las estructuras comunicativas habituales de la época. Si las autoridades de la Iglesia eran más bien autocráticas y autoritarias, las visitaciones se realizaban entonces según ese estilo. Queda claro pues que las visitaciones del pasado, como por ejemplo la realizada en Schoenstatt hace setenta años, fue hecha de modo evidentemente distinto de lo que es hoy el caso. De ahí que no sólo sea sensato sino también necesario examinar y evaluar una tal visitación dentro de su contexto comunicativo.
La Iglesia prosigue aportando cosas nuevas
En una Iglesia guiada por el Espíritu Santo, las crisis y conflictos no son considerados ante todo como accidentes de la historia de la Iglesia sino como posibilidades y oportunidades para que la Iglesia continúe desarrollándose y no siga pensando y viviendo sólo en carriles tradicionales. Más allá de la necesidad de protegerse, la Iglesia, al echar una mirada retrospectiva, puede estar agradecida para con todos los que en un primer momento fueron percibidos como críticos y rencillosos, pero que hicieron que la Iglesia avanzara por encima de sus puntos débiles.
El P. Kentenich era consciente de la importancia pero también de los riesgos que entrañaba una visitación. No obstante no quería una comunidad que caminara tradicionalmente por una huella ya prefijada, sino que colaborara en la construcción de la “Iglesia de la nueva orilla”. Así pues las visitaciones del Movimiento de Schoenstatt no fueron algo inesperado, como llovido del cielo, sino expresamente queridas por el fundador. En efecto, el P. Kentenich quería que la Iglesia, a través de sus autoridades, se confrontara con su fundación, la examinara y la reconociera definitivamente, también en el plano jurídico. Consideraba que ese proceso era necesario para que fuese posible y siguiera siendo posible una labor fecunda para la Iglesia.
Historia preliminar de las visitaciones de Schoenstatt
Ya en 1934 y 1935 se generó una confrontación mayor en el ámbito de la Iglesia en relación con las llamadas “ideas peculiares” de Schoenstatt. Luego de que el obispo de Limburgo, Mons. Antonius Hilfrich, planteara serias dudas sobre Schoenstatt, el obispo de Tréveris, Mons. Bornewasser, encargó a Ignaz Backes, profesor de dogmática, que elaborara un dictamen sobre la doctrina y espiritualidad de Schoenstatt. En el dictamen se criticó la relación fundamental entre Dios y el hombre sustentada en Schoenstatt. La dirección general de los palotinos envió entonces al P. Peter Resch (1873-1966), miembro del consejo general, con la consigna de persuadir al P. Kentenich a que, por obediencia, renunciara a las ideas peculiares.
Durante la Segunda Guerra Mundial se alzaron nuevamente voces críticas, esta vez de parte del arzobispo de Friburgo, Mons. Conrad Gröber. Luego de la Segunda Guerra Mundial surgió una crítica aún mayor debido a la publicación de las oraciones de Dachau con el título de “Hacia el Padre”. En 1948 el obispo auxiliar de Bamberg, especialista en historia de los dogmas, presentó un dictamen negativo a la Conferencia episcopal alemana. En otoño de ese mismo año la Conferencia episcopal confeccionó una lista de exigencias que debía cumplir el Movimiento, lista que en un primer momento retuvo el obispado de Tréveris.
La primera visitación: visitación diocesana
El 14 de febrero de 1949 el vicario general de Tréveris comunicó al P. Friedrich Mühlbeyer (1889-1959), representante del P. Kentenich, que el obispo auxiliar, Dr. Bernhard Stein, iría a Schoenstatt para realizar una visitación canónica por mandato del obispo. Previamente, y en el último momento, Tréveris había decidido no enviar una comisión de estudios sino realizar una visitación canónica. Razón de tal decisión fue la suposición de que sólo por esa vía se lograría una total franqueza en las declaraciones, sobre todo de parte de las Hermanas de María. En su conferencia introductoria Mons. Stein puso particular énfasis en dicha franqueza. La visitación tuvo lugar del 19 al 28 de febrero de 1949.
La segunda visitación: la visitación apostólica
El 18 de abril y el 6 de noviembre de 1950 Mons. Stein elevó dos memorias (informes) a la Congregación para los Religiosos, en Roma. En noviembre de 1950 solicitó una visitación apostólica de la Obra de Schoenstatt y especialmente de las Hermanas de María. Ésta había de examinar ante todo la vinculación de las Hermanas de María con el P. Kentenich y su actitud eclesial, como también las circunstancias en las cuales la superiora general de las Hermanas de María, la Hna. Anna Pries, había dejado su cargo.
A continuación intervino el Santo Oficio, que designó visitador al P. Sebastian Tromp SJ, conocido teólogo de Roma, especializado en dogmática y teología fundamental, así como consultor del Santo Oficio. Era holandés y hablaba suficientemente el idioma alemán.
La visitación apostólica comenzó en la Semana Santa de 1951 y por mandato de Pío XII finalizó el 3 de agosto de 1953.
En un primer momento el visitador se estableció una semana en Schoenstatt, a fin de realizar una visitación más detallada de las Hermanas de María. Luego citó al P. Kentenich, quien se hallaba nuevamente en Sudamérica, a comparecer en Roma a principios de mayo, planteándole la siguiente disyuntiva: o renunciaba voluntariamente a sus cargos o de lo contrario debía contar con ser depuesto de ellos y enviado a un exilio del cual no regresaría. Le comunicó además que era “persona non grata” para los obispos alemanes. El P. Kentenich consultó al P. Adalbert Turowski, general de los palotinos, y al P. Alexander Menningen, y asumió la siguiente postura: “Voluntariamente, nunca; por obediencia, enseguida”. Y a través del P. Turowski le hizo llegar esa respuesta al P. Tromp.
En los decretos de fines de julio de 1951 el P. Kentenich fue destituido de su cargo de director general de las Hermanas de María y separado de la Obra. Estos decretos fueron comunicados a las Hermanas del 15 de agosto de 1951 en Schoenstatt. El P. Kentenich obtuvo el permiso de pronunciar las conferencias en las grandes jornadas que él había anunciado para otoño (la Jornada Pedagógica y la Semana de Octubre de 1951). Luego de esas jornadas viajó a Suiza.